12 noviembre 2006

Romance sefardita de la Catalina


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Estaba la Catalina
sentadita en su balcón.
Pasó por allí un soldado
de buena o mala intención.
- Buenas tardes, Catalina,
con usted durmiera yo.
- Suba, suba el caballero
durmirá una noche o dos.
- ¿Y si su marido viene
y nos pilla de traición?
- Mi marido no está en casa,
que mi marido marchó.
Mi marido fue a cazar
a los montes de Aragón,
y ahora para que no vuelva
le echaré la maldición.
Cuervos le saquen los ojos
y águilas el corazón.
Los perros de mi ganado
le traigan en procesión.
Aún no había dicho esto
y él a la puerta picó.
Ábreme la puerta, luna,
ábreme la puerta, sol,
que te traigo un conejito
de los montes de Aragón.
Bajaba por la escalera
mudadita de color.
- Tú estás turbada del vino
o tú tienes nuevo amor.
- Ni estoy turbada del vino
ni yo tengo nuevo amor.
Que reñí con los criados
con mucha de la razón,
que me perdieron las llaves
del más alto corredor.
- Si las perdieron de plata
de oro te las daré yo;
que tengo un hermano en Francia
que las haría mejor
¿De quién es aquel caballo
que en mi cuadra relinchó?
Tuyo es, marido mío,
que mi padre te lo dio.
- Dios se lo pague a tu padre
que caballos tenía yo
y cuando no los tenía,
él no me los daba, no
¿De quién es aquella capa
que en mi percha se colgó?
- Tuya es, marido mío,
que mi padre te la dio.
- Dios se lo pague a tu padre,
que capas tenía yo,
y cuando no las tenía,
él no me las daba, no.
- ¿Y qué es lo que hace un momento
en mi cama resonó?
- Es mi hermano, el pequeñín,
que conmigo se acostó,
y que ha venido a llamarte
pa las bodas del mayor.
- Mientes, mientes, Catalina,
de las bodas vengo yo.
Mátame, marido mío,
la culpa la tengo yo.
Matar, no te mataría;
matar que te mate Dios.
Pero que tu padre tenga
noticia de tu traición.
La agarrara por la mano
y a su casa la llevó.
- Tenga, padre, esta su hija,
que la tuna me engaño.
Si la tié mal enseñada,
enséñela usted mejor.

Romance sefardita en versión musical de Joaquín Díaz.

09 julio 2006

Contra Jaime Gil de Biedma


De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar-es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma, Poemas póstumos, 1968


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Recitado por el propio autor

Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-Barcelona, 1990) fue considerado tras la publicación de Poemas postumos (1969) como la máxima figura de la poesía de la experiencia. ¿Qué quiere decir esto? ¿Acaso toda gran poesía no parte de la experiencia? Para entenderlo hemos de partir de los dos grandes temas de la poesía de Gil de Biedma: “el tiempo y yo”. Su poesía pugna por crearse una identidad para conjurar los efectos devastadores del paso del tiempo. En este sentido, la temporalidad está íntimamente ligada al análisis de la experiencia y que es revivida en el poema. Su poesía parte, pues, de la contemplación y el análisis de la vida en su discurrir temporal. No hay tema que más le obsesione, como a tantos poetas, como el paso del tiempo. De hecho, a partir de Poemas póstumos el poeta, ya totalmente desencantado y vencido por el tiempo y la vida, dejó de publicar con excepción de su nueva recopilación Las personas del verbo, Barcelona, 1975, y mantuvo un consecuente silencio hasta la publicación póstuma en 1991 de sus descarnadas memorias Retrato del artista en 1956 tal y como él había dejado indicado.

En este poema asistimos a un desdoblamiento o escisión de identidad del poeta mediante la técnica del monólogo dramático. El poeta se enfrenta a sí mismo con ironía distanciadora. El tono es conversacional o “interpersonal” lo que intensifica su sensación de viveza a la vez que ayuda a no tomar demasiado “en serio” el poema.

Imágenes heterodoxas del doble del poeta volviendo a casa borracho tras noches de desvarío: “Te acompañan las barras de los bares/ últimos de la noche, los chulos, las floristas,/ las calles muertas de la madrugada/ y los ascensores de luz amarilla”. Su experiencia es la de amante derrotado, la de noctámbulo empedernido que siente, que ve delante del espejo que está envejeciendo, y dice que a partir de los treinta años querer seguir siendo joven resulta patético. Se evidencia en el poema un cierto resentimiento con la vida que le lleva a este tono irritado dirigido contra sí mismo, pero sin dejar de buscar un tono objetivo en el discurso poético.

La poesía de Gil de Biedma está influida más por la inglesa de poetas como Auden, Pound y Elliot a partir de su estancia en Oxford en 1953. Mantuvo correspondencia con Luis Cernuda, otro poeta cuya poesía se caracteriza por su influencia inglesa. Sin embargo, será el conocimiento de los grandes poetas elegiacos latinos –Catulo y Propercio- , sobre todo a partir de Moralidades (1966) el que le llevará a esa poesía de carácter autobiográfico y subjetivo que conocemos. Coincide con Catulo en su reacción contra la falsa moral de la sociedad contemporánea, en el aprecio de la amistad, en el diálogo consigo mismo que vemos en este poema, y en la exaltación del amor y el erotismo. La influencia de Catulo fue, pues, decisiva. Le llevó a derivar de la poesía social de la primera etapa a la poesía de la experiencia. De Propercio tomará la idea del amor como servidumbre o esclavitud, que exponen al amante a la degradación por la sumisión absoluta a la persona amada.

El poema concluye con la idea de la servidumbre del amor que hemos citado y la constatación de la dificultad de amarse a uno mismo, la más terrible prueba en el centro de la identidad humana, compleja y contradictoria. Los lectores somos cómplices de sus confidencias íntimas y de su devenir vital.

02 julio 2006

Son las gaviotas


Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tu no escuchas, absorta.

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Ángel González, Áspero mundo, 1956.

Este poema pertenece también al libro reseñado en el último post. Quiero celebrar con él esa cifra canónica, perfecta y terrible que significa el cincuentenario, la cincuentena. El poema Son las gaviotas está situado en la sección del libro titulada Acariciado mundo, ese mundo de anhelo de amor, de perfección, de éxtasis vital, a pesar del proceso demoledor del tiempo y de la vida.

El poema recrea una intensa escena amorosa detenida en la imagen inquieta de un día de invierno: mar, agua gris, rocas, cielo sucio, viento, colinas de arena, charcas de sal... El día es áspero e inestable, pero arriba perfectas y exactas se recortan las figuras de esas gaviotas, luchando con el viento en un combate que resalta su fuerza y hermosura. Las gaviotas son el trasunto del amor, de la comunicación con la amada, la misma idea de altura y perfección.

El poema respira a través de versos cortos, octosílabos, que riman en asonante los pares en o-a. Los versos se encabalgan unos en otros reproduciendo la atmósfera tormentosa del día en que el poeta contempla a la amada a la que se dirige con un mar de fondo y un cielo encapotado en el que brillan lentas y altas las gaviotas.

El poema se compone de imágenes precisas que ayudan a situar la acción. Frases cortas de sintaxis clara sin hipérbatos o alteraciones del orden lógico de la oración. La claridad de la dicción contrasta con la opacidad del día que, no obstante, se nos muestra lleno de luz con la presencia de la amada y sus pies metidos en el agua. Una imagen estática en medio del contorno borroso de la playa agitada por el viento. La amada se dibuja contra la fuerza del mar y la forma de las colinas. El poema está lleno de luz, la de la amada, la del amor, la de las gaviotas en lo alto. El poeta en unos versos llenos de ternura da salida a sus sentimientos amorosos y nos los comunica a nosotros sus lectores que estamos presentes en el poema.

Acaba circularmente, igual que ha empezado, es el leitmotiv. Versos lentos y cadenciosos, sugerentes, llenos de magia expresiva.

21 junio 2006

Áspero mundo


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinocios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

Ángel González, Áspero mundo (1956)

Hace este año medio siglo de la publicación de Áspero mundo, primer poemario del poeta ovetense Ángel González (1925), poeta a caballo entre una concepción social y un enfoque existencial de la poesía. Se le suele incluir en la generación del medio siglo, pero también por su evolución se le encuadra con otros poetas españoles de los años sesenta como Alfonso Costafreda, José A. Goytisolo, Gil de Biedma, Carlos Barral y José Caballero Bonald.

Áspero mundo (Harsh world) se opone al Acariciado mundo –sección final del libro- que constituye una isla de goce existencial en un presente absoluto. Áspero mundo es el devenir trágico al que el adulto es arrastrado, el desgaste irremisible de la vida y las circunstancias, abocado todo ello a un final trágico y de todos conocido. No hay salvación sino en nosotros y ni siquiera esto está claro. Nos quedan, eso sí las palabras que son un ancla de salvación en el mar proceloso de la existencia. Las palabras, como había dicho Celaya en Me queda la palabra, pero con un marcado acento social. El poeta es una conciencia puesta en pie que guarda, que atesora, instantes eternos que sabe reconocer y poner de relieve. El amor es la única fuerza que puede disipar las sombras del vivir.El Tú esencial es capaz de detener el tiempo en momentos de intensidad mágica. El amor es una porción de luz que hace cesar el decurso temporal.

En este poema, el poeta se distancia reflexivamente de su propio nombre, como algo circunstancial, que sobreviene a lo auténticamente esencial: un ser perdido en la existencia en el viaje milenario de la carne. Sentimiento de extrañeza ante el signo configurador de su identidad, ese Ángel González que flota a la deriva y que vive en un lugar extraño. El poeta se ve como el último resultado de la evolución de la historia, la corriente humana en que está inserto. El poeta es el detritus, fruto del dolor y del naufragio, último resto podrido, escombro inútil… que levanta sus alas sin esperanza pero con tenacidad en un camino que no lleva a ninguna parte y sin salvación posible. Es el camino áspero y doloroso de que hablaba Garcilaso. Sin embargo, el poeta, el símbolo que se yergue desolado, encuentra en su fracaso y en su desaliento una fuerza titánica que le lleva a alzarse orgulloso en su derrota. El aliento existencial, la claridad poética y la transparencia, hacen de este poema un luminoso pórtico de este canto a la dignidad humana, sin dioses, sin salvación, pero con la suficiente tozudez para mantenerse en pie por la fuerza enloquecida del desaliento.

Destacan en el poema el tono conversacional, el lenguaje sin hipérbatos que extrae de la prosa todas sus posibilidades poéticas y la antífrasis final en que culminan los versos desalentados pero llenos de luz que nos alumbra en nuestro caminar incierto. El poema no deja de estar lleno de una ironía trágica puesto que es precisamente del desaliento, del fracaso, de la derrota, de donde el hombre –vencido y huérfano- puede sacar su fuerza para resistir en la lucha más terrible sin Dios ni nada que dé un sentido a priori a la existencia. Estamos ante un existencialismo fatalista y un desasosiego presentados sin énfasis dramático, de forma coloquial y transparente. Nos sentimos identificados con el sentir desolado del poeta y participamos simbólicamente, iluminados, en su resistencia tan inútil como tenaz.

17 abril 2006

Quisiera estar solo en el sur




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Quizás mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos,
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz, son bellezas igüales.

LUIS CERNUDA, Un río, un amor, 1929

07 febrero 2006

Unidad en ella


Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

Vicente Aleixandre, La destrucción o el amor (1934).

El poeta Vicente Aleixandre (1898-1984) publica este libro de misticismo panteísta -de raíz pesimista- dentro de su etapa surrealista y que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1934. Este libro, igual que los anteriores como Pasión de la tierra y Espadas como labios (1932), responde a su concepción que tiene del amor y la muerte identificados en una auténtica visión destructora del ser. El amor es destrucción del ego en fusión con el cuerpo amado que se identifica con la naturaleza. Amar es diluirse en la naturaleza, es decir, morir. Esta concepción enlaza con la del Romanticismo. El poeta vive una vida dolorosa y el mundo también lo es. Sin embargo, el poeta busca amar en medio de tanto dolor, sabiendo de antemano que se destruye amando. El cosmos es enigmático, grandioso. Todo se enfrenta y lucha. El hambre de ser impulsa a la autodestrucción.

El cuerpo amado es primero de naturaleza acuática. Expresa la idea de la Mujer-Agua/Madre-Agua (o mar) basada en tradiciones diferentes pero no divergentes (Nietzsche, Freud, Valery, Unamuno, tradición esotérica) y el Panta rei de Heráclito: Cuerpo feliz que fluye entre mis manos. El cuerpo es en su forma externa diamante o rubí duro,/brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,/cráter que me convoca con su música íntima... y en ese cuerpo el poeta quiere morir para identificarse con la vida. Convierte al ser amado en un cráter de un volcán en erupción en cuya lava -la sangre de ella- el poeta se funde y se integra en la naturaleza.

Destacan el la segunda parte del poema los verbos volitivos. El poeta intenta ansiosamente identificarse con los elementos de la naturaleza. Se repite reiteradamente el verbo "quiero": "quiero morir,/porque quiero vivir en el fuego (...) Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente..." para aproximarse a los límites absolutos de la vida. Poesía en el límite, en la búsqueda del no ser para así alcanzar más plenamente el ser. El cosmos actúa como un disolvente del ser humano. Es su destructor. Y Dios no está al final de este proceso agónico. Concha Zardoya ha visto en este libro una terrible angustia existencial.

Dice Carlos Bousoño:

El amor expresado por Aleixandre es el amor pasión y, más concretamente aún, la acción misma erótica en su trascendencia metafísica, que consiste en relacionar al amante con lo absoluto telúrico. Porque es el amor un acto de deslimitación que quebranta nuestros límites, absorbe nuestro yo y parece como que por un instante lo reincorpora a la naturaleza indivisible. El amor es entonces destrucción, sobrecogedor aniquilamiento de cada uno de los amantes que quieren ser el otro, enigma de una consumación en que la pareja busca unificarse rompiendo sus fronteras. "Símbolo feroz y dulce de la muerte es el amor", por medio del cual puede sentirse "la revelación, la luz cegadora, visita de lo absoluto" que es la naturaleza unitaria, nuncio de la desaparición de la personalidad. Sólo después del acto erótico se recobra la forma, perdida antes por ese misterioso contacto de vida y muerte. Entonces parece como si cada uno de los que se han amado naciese del otro, espuma y Venus a un tiempo mismo.

29 enero 2006

Desahucio


Ángeles malos o buenos,
que no sé,
te arrojaron en mi alma.

Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.

De rondón, el viento hiere
las paredes,
las más finas, vítreas láminas.

Humedad. Cadenas. Gritos.
Ráfagas.

Te pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?

Dímelo.

Rafael Alberti, Sobre los ángeles (1929).

Sobre los ángeles es un libro clave en la poesía española. Está escrito entre 1927 y 1928 paralelamente al libro más gongorino del autor, Cal y canto, compuesto para el homenaje celebrado a Don Luis de Góngora en 1927, por el que recibieron distintos poetas el nombre que los distingue: la generación de 1927. Sin embargo, es un libro esencialmente diferente. Es un libro que refleja una intensa crisis existencial del autor. Crisis que es amorosa, de pérdida de la fe y de su mundo infantil, y crisis de la mediana edad, que sobreviene en torno a los treinta, la que Joseph Conrad llamó la línea de la sombra. Rafael Alberti, precisamente, escribe y publica su libro antes de cumplir 30 años. Se reúnen en él diferentes crisis que el explica así en La arboleda perdida:

¿Qué espadazo de sombra me separó casi insensiblemente de la luz, de la forma marmórea de mis poemas inmediatos, del canto aún no lejano de las fuentes populares, de mis barcos, esteros y salinas, para arrojarme en aquel pozo de tinieblas, aquel agujero de oscuridad, en el que bracearía casi en estado agónico, pero violentamente, por encontrar una salida a las superficies habitadas, al puro aire de la vida? (...)
Yo no podía dormir, me dolían las raíces del pelo y de las uñas, derramándome en bilis amarilla, mordiendo de punzantes dolores la almohada. ¡Cuántas cosas reales, en claroscuro, me habían ido empujando hasta caer, como un rayo crujiente, en aquel hondo precipicio! El amor imposible, el golpeado y traicionado en las mejores horas de entrega y confianza; los celos más rabiosos, capaces de tramar en el desvelo de la noche el frío crimen calculado; la triste sombra del amigo suicida, como un badajo de campana repicando en mi frente; la envidia y el odio inconfesados, luchando por salir, por reventar como una bomba subterránea sin escape; los bolsillos vacíos, inservibles ni para calentarme las manos; las caminatas infinitas, sin rumbo fijo, bajo el viento, la lluvia y los calores; la familia, indiferente o silenciosa ante esta tremenda batalla, que asomaba a mi rostro, a todo mi ser, que se caía, sonámbulo, por los pasillos de la casa, por los bancos de los paseos; los miedos infantiles, invadiéndome en ráfagas que me traían aún remordimientos, dudas, temores del infierno, ecos umbríos de aquel colegio jesuita que amé y sufrí en mi bahía gaditana; el descontento de mi obra anterior, mi prisa, algo que me impelía incesantemente a no pararme en nada, a no darme un instante de respiro; todo esto, y muchas cosas más, contradictorias, inexplicables, laberínticas. ¿Qué hacer, cómo hablar, cómo gritar, cómo dar forma a esa maraña en que me debatía, cómo erguirme de nuevo de aquella sima de catástrofes en que estaba sumido? Sumergiéndome, enterrándome cada vez más en mis propias ruinas, tapándome con mis escombros, con las entrañas rotas, astillados los huesos. Y se me revelaron entonces los ángeles, no como los cristianos, corpóreos, de los bellos cuadros o estampas, sino como irresistibles fuerzas del espíritu, moldeables a los estados más turbios y secretos de mi naturaleza.

El libro está dividido en tres partes, cada una encabezada con la cita Huésped de las nieblas tomada de Bécquer. A medida que avanza el largo poema que es Sobre los ángeles se hace más visible la influencia de Bécquer y Baudelaire. Aparece y se reafirma la concepción de que la realidad poética es un mundo aparte. Es un himno a la palabra poética en sí misma, en tanto que creadora de mundos visionarios. Es por tanto, un libro idealista. Sorprende y mucho que la conclusión de la crisis del poeta y su apertura al mundo posterior fuera la militancia en el Partido Comunista. Es, pues, Sobre los ángeles un libro de búsqueda de equilibrio o compromiso entre verdad poética y verdad existencial o humana; es un libro que parte de una situación desesperada y que pugna hacia lo alto

El poema que presentamos hoy es el primero del libro, aparte del pórtico de la obra titulado Paraíso perdido (que desarrolla uno de los temas centrales del libro: el anhelo nostálgico de un mundo puro) , y que expresa una imagen nítida que revela la crisis de la que hemos hablado. El poema se llama Desahucio. Arranca con una verdad humana: la realidad del poeta como cuerpo vacío o deshabitado.

Angeles buenos o malos
que no sé,
te arrojaron en mi alma.
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.

El poeta se ha quedado como una cáscara, hueco, sin verdad, sin certezas, y los ángeles vienen a ocupar ese vacío. Son encarnaciones de sus propios sentimientos y estados de ánimo pero se presentan como ajenos a él y así da la impresión de que se siente desamparado e impotente frente a los ángeles que lo asaltan. El poeta es un hombre deshabitado. Ese alguien al que los ángeles acaban de arrojar de su alma puede representar una mujer, el Dios heredado de sus oraciones de niño o incluso la juventud que deja. En todo caso, se trata de alguien al que es necesario sustituir urgentemente. De ahí la rapidez y aceleración de los poemas y de la palabra en ellos. El libro entero será la búsqueda frustrada de un nuevo inquilino con acento dramático y desnudo.

Te pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?
Dímelo.

En el poema destaca el ritmo ágil y acelerado. Los versos de dos, cuatro o cinco sílabas rompen continuamente el ritmo de los versos octosílabos. El poeta habla en primera persona: Te pregunto, dímelo, dirigiéndose a la entidad que abandona su alma ante la llegada de los ángeles que quieren ocupar su casa deshabitada. El poema se construye a base de imágenes sugerentes relativas a la casa/alma que ha quedado deshabitada, frágil, sola... Predominan los elementos sustantivos, especialmente en la parte central del poema donde hay cuatro sumamente plásticos: Humedad. Cadenas. Gritos. Ráfagas. Constitución de un mundo aparte, fuera del tiempo y del espacio real. Parece el correlato de un universo paralelo, en otro lugar imaginario con connotaciones de espacio opresivo, una especie de mazmorra infernal. Algo abandona la casa y algo la invade: esos ángeles que se apoderan de ella. Entidades impalpables que ocupan la casa vacía que ha perdido su paraíso celeste.

El poema desarrolla el tema de la pérdida del Paraíso y la situación angustiosa del poeta. Vendrán los distintos ángeles: el ángel desconocido, el ángel bueno, los ángeles bélicos, de los números, el ángel sin suerte, el ángel desengañado, el mentiroso, el ceniciento, el rabioso, los ángeles de la prisa, los crueles, el ángel ángel, el del carbón, el de la ira, el envidioso, el tonto, los ángeles vengativos... El poema en la segunda parte multiplicará las apariciones de esos ángeles, y el poeta empieza a remansar su discurso y se hace más plástico. Las motivaciones humanas de las que hemos hablado se harán más remotas y el libro se encamina entonces hacia las imágenes surrealistas aparentemente sin control de la conciencia.

Luis Felipe Vivanco sostiene que los ángeles "No son arquetipos y definiciones de lo humano, sino todo lo contrario: criaturas elementales y anteriores a toda precisión intelectual (...) En el caso de Alberti, son los ángeles de la imaginación disponible y vacante, mantenidos en libertad por la palabra misma que los crea, pero vinculados de una manera circunstancial al planteamiento de un drama humano”.

La adscripción al surrealismo de Sobre los ángeles ha sido objeto de polémica. Ha habido crítica que ha visto en los ángeles de Álberti parte de la tradición bíblica: el ángel caído y las distintas clases de ángeles, el mundo de la luz y el mundo de las tinieblas, ángeles "buenos" y ángeles destructivos. Alguno ha sugerido incluso al profeta Isaías como base conceptual del libro. Si el libro forma parte de la tradición no puede adjudicarse sin más a la técnica del "automatismo psíquico" que propugnaba Breton. De hecho, Alberti, ni ningún miembro de su generación, reconocieron su adscripción al surrealismo de cuño francés, quizás por chovinismo contra Francia o por asunción de un cierto irracionalismo de época que sería el que latiría detrás de libros como el que hoy comentamos. Se ha hablado incluso de una técnica surrealista albertiana basada en el "correlato objetivo": poemas que encarnan objetivamente estados afectivos del poeta. En todo caso será en la tercera parte del libro donde se acentúen los rasgos considerados como surrealistas, basados en un creciente automatismo.

El largo poema que constituye Sobre los ángeles es el desarrollo de una crisis sin solución, pero que nos ha dejado uno de los libros más significativos de nuestra lírica. En su momento fue un libro fulgurante e inesperado. Fue un libro aislado y sin continuación posible dentro de su obra. Sermones y moradas (1929-1930) prolongará de modo forzado algún motivo de los poemas finales de nuestro libro.

Sobre los ángeles
es un libro de oposición al mundo que rodea al poeta, también a la insuficiencia de valores, y cuya salida es hacia lo alto. El poeta resolverá poéticamente su conflicto, pero le quedaba hacerlo humanamente. Y lo resolvió haciéndose comunista. El hombre deshabitado se concretará en la oposición a la sociedad burguesa. El poeta será habitado por la verdad revolucionaria. El libro que representará esta evolución es El poeta en la calle (1931-1936).
Hemos tomado datos e ideas de Luis Felipe Vivanco, Rafael Alberti en su palabra acelerada y vestida de Luces.

22 enero 2006

La aurora



La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.


Federico García Lorca, Poeta en Nueva York.

Federico García Lorca (1898-1936) llegó a Nueva York en junio de 1929 con el propósito de estudiar en la Universidad de Columbia y de alejarse de un periodo oscuro en el terreno amoroso. No es la ciudad neoyorquina la que producirá en el poeta la angustia que laten en los versos de Poeta en Nueva York (PNY). El poeta quiere olvidar la furia de un amor pasado cuyo fracaso provoca la angustia que el poeta siente. Nueva York se convierte, en virtud de esta situación, en un símbolo sobre el que el poeta proyecta sus sentimientos. Podríamos decir que el protagonista del libro es más el poeta que la ciudad. Nueva York se transforma en una ciudad-mundo, un símbolo patético: el del sufrimiento y el de la deshumanización.

El tema de la ciudad como espacio deshumanizado aparecen reiteradamente en el cine y la literatura de la época. John Dos Passos en Manhattan Transfer y la película Metrópolis de Fritz Lang exploran la ciudad como tema artístico desde una consideración negativa que ve en la metrópoli un mundo negativo para el hombre.

El fondo de Poeta en Nueva York es, pues, amoroso, pero se añaden a él otro como es la falta de armonía y solidaridad en el universo. El mundo natural está amenazado por la nueva sociedad tecnológica que ve en el emporio capitalista y que coincide con el crash que se produjo en octubre de 1929. El poeta entonces denuncia el sufrimiento que padecen los más débiles en esa ciudad-mundo deshumanizada. El dolor hermana al poeta con los que padecen, en especial, los negros, los niños, las gentes que vagan insomnes y todos los que como él sufren una situación de desamor.

En Poeta en Nueva York se abre una nueva etapa. Se aleja del andalucismo buscando una renovación en los contenidos y en las técnicas, estimulado por las novedades que habían aparecido en Sobre los ángeles de Rafael Alberti. Entre ambos existía una fuerte rivalidad y Lorca, a pesar de su éxito de Romancero gitano, no podía dejar de reconocer que en el libro de Alberti había una novedad estilística mucho más radical.

El libro de PNY se caracteriza por una violenta metagoge (metáfora que aplica propiedades sensitivas a cosas inanimadas), que unida a la enumeración caótica y a la sensación de alucinación producen la impresión de un mundo en constante metamorfosis. Esto aproxima el libro al surrealismo, que conocía bien Lorca, pero en PNY hay una coherencia y una lógica claras que lo diferencian del surrealismo canónico.

La aurora se sitúa en la tercera parte del libro Calles y sueños que se abre con unos versos de Vicente Aleixandre:

Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado.

El tema del poema es la descripción, llena de desolación de un amanecer en NY, ciudad símbolo de una civilización materialista y deshumanizada. En él se contraponen dialécticamente, como en el resto del poemario, naturaleza y civilización.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos/en impúdico reto de ciencia sin raíces.

La naturaleza, simbolizada en la luz, ha perdido la batalla contra la civilización que ataca; ha quedado sepultada bajo las cadenas de una ciencia sin raíces, antinatural y abstracta. Se oponen también luz/cadenas en un planteamiento de polaridad. El dinero, producto de la civilización, es también una presencia agresiva:

A veces las monedas en enjambres furiosos/taladran y devoran abandonados niños.

El poema se divide en cuatro partes: encontramos dos grupos de versos que comienzan con La aurora de Nueva York, el tercero, sólo La aurora. El cuarto grupo se inicia con Los primeros que salen... El grupo final, La luz es sepultada... Teniendo en cuenta que luz se identifica con aurora, podemos considerar que el protagonista del poema es esa falta de luz/aurora. La llegada de la aurora es como un inmenso dosel con cuatro columnas de cieno/ y un huracán de negras palomas donde la luz es sepultada por cadenas y ruidos/ en impúdico reto de ciencia sin raíces.

La falta de mañana (aurora-luz-naturaleza) no sólo hace referencia al amanecer sino que también simboliza la falta de esperanza para todos los que viven allí, y para el mismo poeta. En el poema la aurora representa, pues, la esperanza para los seres marginados de NY y para el propio poeta -roto por dentro- que comprende que no habrá paraíso ni amores deshojados.

Vemos, por fin, como se acumulan imágenes sucesivas sin enlace entre sí. El poema es una serie de palabras o construcciones negativas, así como de términos que expresan carencia o ausencia (el tema del vacío) : negras palomas, nadie la recibe, no hay mañana ni esperanza posible, abandonados niños, no habrá paraíso ni amores deshojados, juegos sin arte, sudores sin fruto, luz sepultada, impúdico (sin pudor), ciencia sin raíces, insomnes (sin sueño).

Por último, resaltar el empobrecimiento de las gamas de color cuando tan ricas eran en libros anteriores. Lorca nos habla de una ciudad cuya luz es sepultada y de negras palomas. Sólo flota sobre las aguas podridas el color de la sangre. Esto, no cabe duda, es coherente con el estado de angustia interior del poeta.

PNY se públicó póstumamente en 1940. En efecto, en este año aparecen dos ediciones: la de José Bergamín en Mexico en la editorial Séneca que representaba a los exiliados, y en Nueva York, publicada en edición bilingüe por Norton.

14 enero 2006

Oda a Salvador Dalí


Una rosa en el alto jardín que tu deseas.
Una rueda en la pura sintaxis del acero.
Desnuda la montaña de niebla impresionista.
Los grises oteando sus balaustradas últimas.

Los pintores modernos, en sus blancos estudios
cortan la flor aséptica de la raíz cuadrada.
En las aguas del Sena un iceberg de mármol
enfría las ventanas y disipa las yedras.

El hombre pisa fuerte las calles enlosadas.
Los cristales esquivan la magia del reflejo.
El Gobierno ha cerrado las tiendas de perfume.
La máquina eterniza sus compases binarios.

Una ausencia de bosques, biombos y entrecejos
yerra por los tejados de las casas antiguas.
El aire pulimenta su prisma sobre el mar
y el horizonte sube como un gran acueducto.

Marineros que ignoran el vino y la penumbra,
decapitan sirenas en los mares de plomo.
La Noche, negra estatua de la prudencia, tiene
el espejo redondo de la luna en su mano.

Un deseo de formas y límites nos gana.
Viene el hombre que mira con el metro amarillo.
Venus es una blanca naturaleza muerta
y los coleccionistas de mariposas huyen.
*
Cadaqués, en el fiel del agua y la colina,
eleva escalinatas y oculta caracolas.
Las flautas de madera pacifican el aire.
Un viejo dios silvestre da frutas a los niños.

Sus pescadores duermen, sin ensueño, en la arena.
En alta mar les sirve de brújula una rosa.
El horizonte virgen de pañuelos heridos
junta los grandes vidrios del pez y de la luna.

Una dura corona de blancos bergantines
ciñe frentes amargas y cabellos de arena.
Las sirenas convencen, pero no sugestionan,
y salen si mostramos un vaso de agua dulce.
*
¡Oh Salvador Dalí, de voz aceitunada!
No elogio tu imperfecto pincel adolescente
ni tu color que ronda la color de tu tiempo,
pero alabo tus ansias de eterno limitado.

Alma higiénica, vives sobre mármoles nuevos.
Huyes la oscura selva de formas increíbles.
Tu fantasía llega donde llegan tus manos,
y gozas el soneto del mar en tu ventana.

El mundo tiene sordas penumbras y desorden,
en los primeros términos que el humano frecuenta.
Pero ya las estrellas ocultando paisajes,
señalan el esquema perfecto de sus órbitas.

La corriente del tiempo se remansa y ordena
en las formas numéricas de un siglo y otro siglo.
Y la Muerte vencida se refugia temblando
en el círculo estrecho del minuto presente.

Al coger tu paleta, con un tiro en un ala,
pides la luz que anima la copa del olivo.
Ancha luz de Minerva, constructora de andamios,
donde no cabe el sueño ni su flora inexacta.

Pides la luz antigua que se queda en la frente,
sin bajar a la boca ni al corazón del hombre.
Luz que temen las vides entrañables de Baco
y la fuerza sin orden que lleva el agua curva.

Haces bien en poner banderines de aviso,
en el límite oscuro que relumbra de noche.
Como pintor no quieres que te ablande la forma
el algodón cambiante de una nube imprevista.

El pez en la pecera y el pájaro en la jaula.
No quieres inventarlos en el mar o en el viento.
Estilizas o copias después de haber mirado
con honestas pupilas sus cuerpecillos ágiles.

Amas una materia definida y exacta
donde el hongo no pueda poner su campamento.
Amas la arquitectura que construye en lo ausente
y admites la bandera como una simple broma.

Dice el compás de acero su corto verso elástico.
Desconocidas islas desmienten ya la esfera.
Dice la línea recta su vertical esfuerzo
y los sabios cristales cantan sus geometrías.
*
Pero también la rosa del jardín donde vives.
¡Siempre la rosa, siempre, norte y sur de nosotros!
Tranquila y concentrada como una estatua ciega,
ignorante de esfuerzos soterrados que causa.

Rosa pura que limpia de artificios y croquis
y nos abre las alas tenues de la sonrisa.
(Mariposa clavada que medita su vuelo.)
Rosa del equilibrio sin dolores buscados.
¡Siempre la rosa!
*
¡Oh Salvador Dalí de voz aceitunada!
Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros.
No alabo tu imperfecto pincel adolescente,
pero canto la firme dirección de tus flechas.

Canto tu bello esfuerzo de luces catalanas,
tu amor a lo que tiene explicación posible.
Canto tu corazón astronómico y tierno,
de baraja francesa y sin ninguna herida.

Canto el ansia de estatua que persigues sin tregua
el miedo a la emoción que te aguarda en la calle.
Canto la sirenita de la mar que te canta
montada en bicicleta de corales y conchas.

Pero ante todo canto un común pensamiento
que nos une en las horas oscuras y doradas.
No es el Arte la luz que nos ciega los ojos.
Es primero el amor, la amistad o la esgrima.

Es primero que el cuadro que paciente dibuja
sel seno de Teresa, la de cutis insomne,
el apretado bucle de Matilde la ingrata,
nuestra amistad pintada como un juego de oca.

Huellas dactilográficas de sangre sobre el oro,
rayen el corazón de Cataluña eterna.
Estrellas como puños sin halcón te relumbren,
mientras que tu pintura y tu vida florecen.

No mires la clepsidra con alas membranosas,
ni la dura guadaña de las alegorías.
Viste y desnuda siempre tu pincel en el aire,
frente a la mar poblada con barcos y marinos.

Federico García Lorca (Publicada en La Revista de Occidente, abril de 1925).

El dibujo que aparece arriba es de Federico García Lorca. Fue expuesto en la exposición que se celebró en Barcelona en las Galerías Dalmau en junio de 1927. Coincidió con el estreno en Barcelona de su obra Mariana Pineda. El dibujo se titula El beso y su significado quedó oculto para todos los que vieron la muestra, pero refleja las cabezas de Dalí y de Lorca confundidas y con los labios juntos. No era extraña esta imagen . El propio Dalí está inmerso en la etapa llamada lorquiana y al menos en doce de sus obras aparece la cabeza de Lorca confundida con la de él mismo. Su relación en este momento es la de almas gemelas. Llevan casi un año sin verse. Dalí ha comenzado a hacer el servicio militar pero tiene tres meses de permiso que va a pasar con Lorca entre Figueras, Cadaqués y Barcelona. Realiza los decorados para la obra de Lorca y pasan en íntima amistad unos maravillosos tres meses, pero que serán el preámbulo de su progresivo distanciamiento que resultará inevitable.

El poema que presentamos hoy es la archifamosa Oda a Salvador Dalí y es el mejor testimonio de los sentimientos que el pintor inspiraba en el poeta en aquellas fechas. Dicha obra caló profundamente en el pintor y volvería a ella en repetidas ocasiones y le marcó hondamente en la manera de verse a sí mismo. De hecho, la obra es una manifestación clara de una amistad profunda, pero también de una fuerte rivalidad. Ambos artistas representaban modos muy distintos de ver la realidad.

Dalí se obstinaba en una representación en la que primaban la simetría, la claridad, la precisión, la objetividad, la ausencia de sentimentalismo, simbolizadas por el clasicismo de Cadaqués (pueblo escondido y bellísimo a orillas del mar Mediterráneo), y la rosa "Pero también la rosa del jardín donde vives./¡Siempre la rosa, siempre, norte y sur de nosotros! Tranquila y concentrada como una estatua ciega,/ignorante de esfuerzos soterrados que causa."

La sensibilidad de Lorca era dionisiaca y apasionada mientras que la de Dalí, apolínea. Lorca admira la estética de su amigo pero entre ambos hay profundas diferencias. Dalí rehuía el entusiasmo, las emociones, la pasión. Es la defensa de lo que llamó la "Santa Objetividad". Lorca lo llama "alma higiénica" y le insinúa que no tema tanto perder el control y que se atreva a entrar en peligrosos territorios donde las emociones y los sentimientos son también poderosos estímulos creativos.

Parece que ambos temían el erotismo y la sensibilidad femeninas, pero Lorca fue más consciente del amor que tenía hacia su amigo y en mayo de 1926 hubo un intento de "estar físicamente" con él. Dali -según nos ha contado- sostiene que no culminó por la oposición del pintor que no se consideraba homosexual. En aquella ocasión Lorca estuvo como sustitutivo con Margarita Manso, una mujer sexualmente muy liberada, con un cuerpo casi de chico. El poeta estuvo con ella delante de su amigo traspasándole su frustrada pasión.

El caso es que entre ambos artistas hay una fuerte identificación pero también claras contradicciones. Dalí veía en Lorca la figura del "tentador" semejante al protagonista de los Cantos de Maldoror. "La sombra de Maldoror se cernía sobre mi vida -escribe en su Vida secreta de Salvador Dalí- y fue precisamente en ese periodo cuando, por la duración de un eclipse, la de Federico García Lorca vino a oscurecer la virginal originalidad de mi espíritu y de mi carne".

Fueron tres años de intensa relación vital, a veces directa en las visitas de Lorca a Catalunya, y si no por carta. Las obras de ambos están llenas de referencias al otro. Se ejercían mutuamente una extraordinaria fascinación. Dalí se sentía halagado por el amor de Lorca pero no accedió a sus deseos lo que Lorca respetó profundamente. Buñuel, el tercero del trío veía esta amistad con gran desagrado y utilizaba toda su influencia para influir negativamente entre ellos. Llego a escribir Buñuel a Pepín Bello: "Recibí una carta asquerosa de Federico y su acólito Dalí. Lo tiene esclavizado".

Dalí me escribe cartas asquerosas.
Es un asqueroso.
Y Federico dos asquerosos.
Uno por ser de Asquerosa y otro porque es un asqueroso.




El patrón de Cadaqués es San Sebastián, un santo que se representa atado a una columna y atravesado por flechas. La tradición artística desde el Renacimiento lo ha convertido en el protector oficioso de los homosexuales y de los sadomasoquistas. La razón suele explicarse por la juventud del santo y su cuerpo de efebo. También las flechas clavadas y que laceran su cuerpo son símbolos fálicos. Ambos artistas sentían una fuerte atracción por el santo. A Lorca le emocionaba la iconografía cristiana, en especial, la del Cristo mortificado y sacrificado con el que tanto llegó a identificarse a diferencia del Dios Padre al que rechazaba por su crueldad. Cristo era una víctima como él. A Lorca le gustaba asistir a ceremonias religiosas solemnes, así como asistir de incognito a las procesiones de Semana Santa en su tierra. Se identificó con el martirio de San Sebastián y Dalí lo identificaba con el santo en sus representaciones. Sin embargo, Dalí, que rechaza totalmente el catolicismo, ve en Sebastián la encarnación de la objetividad a la que debe aspirar el arte contemporáneo. La impasividad del santo ante el sacrificio son cualidades que el pintor intenta representar en su obra. De hecho en 1927, durante la estancia de Lorca en Cadaqués terminó su manifiesto artístico titulado San Sebastián, dedicado, como no, a Federico García Lorca. Es la proclamación literaria de su defensa de la Santa Objetividad. El texto tenía un mensaje oculto y estaba lleno de referencias a Lorca. Se considerá que es una respuesta velada a la Oda a Salvador Dalí que aparece al principio de nuestro post. Lorca lo entendió como una confirmación de que Dalí rechazaba mantener relaciones homosexuales con él. Dalí se está aproximando al Surrealismo, influenciado fundamentalmente por Ives Tanguy y la obra de Freud.
Dalí era muy crítico con la obra de García Lorca, y éste temía sus juicios literarios, en especial sobre Romancero gitano, obra que llevó al artista a la fama pero que le creó una imagen de gitanismo que el rechazaba. Los gitanos no eran más que un tema y no una vocación. Dalí rechazó por putrefacto el Romancero Gitano de Lorca.
Dos años después, los dos artistas estarán en sus horas bajas. Dalí será atraído por la personalidad de Buñuel y se alejará de su antiguo seductor y tentador. Otros derroteros atraerán a Dalí en dirección y claves surrealistas. Lorca sufrirá esta "traición" y también se interesará por el surrealismo lo que se demuestra en su genial libro de poesía Poeta en Nueva York. La personalidad y la estética de Dalí logro influirle en su evolución. El surrealismo, aunque fuera a la española, estaba en el aire. Ya en 1929 Rafael Alberti había publicado Sobre los ángeles, un espléndido libro con aires de la irracionalidad de la época.
Ian Gibson en su obra Lorca-Dalí. El amor que no pudo ser, recontruye minuciosamente las relaciones entre ambos artistas. De él hemos tomado información, igual que de su monumental biografía de García Lorca, y del libro de Agustín Sánchez Vidal, Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin.

08 enero 2006

Contra Juan Ramón


Sr. Dn. Juan Ramón Jiménez
Madrid, febrero de 1929

Nuestro distinguido amigo: Nos creemos en el deber de decirle -sí, desinteresadamente- que su obra nos repugna profundamente por inmoral, por histérica, por cadavérica, por arbitraria.
Especialmente:
¡¡ MERDE !!
para su Platero y yo, para su fácil y mal intencionado Platero y yo, el burro menos burro, el burro más odioso con que nos hemos tropezado.
Y para V., para su funesta actuación también:
¡¡¡¡MIERDA!!!!
Sinceramente,
.......................................................... LUIS BUÑUEL / SALVADOR DALÍ

La historia de esta carta viene dada por el propio Dalí. Lo explica así:

En aquel momento queríamos mandar, para crear una especie de subversión moral, una carta a la persona más prestigiosa de España, únicamente para provocar una reacción y que la gente dijera: ¿Por qué lo han hecho?, y tal y cual. Entonces habíamos escogido dos o tres, y habíamos pensado en Falla, que tenía un gran prestigo, para decirle que era un hijo de puta, etc.: lo más que se puede decir; los pusimos en un sombrero (los nombres), y salió Juan Ramón Jiménez. Justamente acabábamos de visitar a Juan Ramón el día anterior, que nos había recibido sentimentalmente: "A ver, esa juventud maravillosa...", y dijo haber encontrado unos chicos magníficos en nuestro grupo. Entonces, sale en el sombrero y escribimos la carta, que era una carta terrible contra Platero, que el asno de Platero era un asno podrido, aquello de las estrellas era un sentimentalismo...; además, es verdad, a mí nunca me ha gustado Juan Ramón Jiménez, encuentro que es un poeta pésimo. En aquel momento de echar la carta, Buñuel tuvo una duda, pero la echó, la echamos, y al día siguiente Juan Ramón estuvo enfermo, diciendo: "No comprendo, un día antes recibo a estos chicos; me parecen... Y al día siguiente me insultan de la manera más grosera...". Y no lo comprendió nunca. Fue una cosa incomprensible.


Buñuel y Dalí están a comienzos de 1929 trabajando muy estrechamente para gestar el guión de Un perro andaluz, la película que se filmaría en París pocos meses después. Están compartiendo una estética surrealista que les lleva a rechazar todo lo que representa la tradición, la lógica y también la figura del padre, que es lo que había sido para los poetas jóvenes Juan Ramón Jiménez. Éste representaba para ellos lo más putrefacto, palabra de uso compartido para referirse a todo lo rancio y degenerado desde su punto de vista. En la película antes citada hay una escena en que un individuo tira de dos cuerdas que arrastran dos curas maristas, un piano de cola y encima de éste dos burros podridos (¿Platero?). También hay que decir que la imagen del burro podrido venía también sugerida por el aragonés como Buñuel e inquilino de la Residencia de Estudiantes, Pepín Bello, que describió cómo iba a un barranco cerca de su pueblo a ver como se descomponían los burros muertos. Se les hinchaba el vientre y luego estallaban para regocijo del amigo Pepín Bello.

Buñuel y Dalí habían sido íntimos de Lorca, pero ahora se habían distanciado de él para desolación del poeta andaluz que, como sabemos, se había enamorado de Salvador Dalí. El propio Lorca es considerado putrefacto y en especial su libro exitoso Romancero gitano. Hay una lucha ideológica en nombre del surrealismo más extremo contra todo lo que se distancia de su modelo estético. Agustín Sánchez Vidal en su libro Buñuel, Lorca, Dalí, el enigma sin fin señala que en el ataque contra Juan Ramón o Falla hay una intencionada agresión contra Lorca puesto que ambos artistas (Juan Ramón y Falla) eran del entorno afectivo y artístico del poeta andaluz. El propio nombre de la película que hemos citado (El perro andaluz) siempre fue considerado por Lorca como una venenosa alusión a él mismo.

Dentro de su estética iconoclasta surrealista, Salvador Dalí llegó a escribir que se cagaba en su propia madre, lo que supuso la ruptura con su familia. Detestaban, entre otros, al mítico Charlot y eran entusiastas, en cambio, de Harry Langdon. Se trataba de una estética brutal y violenta de agresión, de búsqueda de lo inesperado, lo disparatado y sin explicación lógica. Todo valía contra la autoridad, el padre, el maestro, el amigo... Los tres amigos, Lorca, Dalí y Buñuel, compañeros inseparables en la Residencia de Estudiantes, forman el trío más enigmático de genios de nuestra historia artística. Sus respectivas obras están llenas de alusiones mutuas. Se amaron y se odiaron, y esto se prolongó a lo largo de sus respectivos itinerarios vitales. Juan Ramón no fue más que un símbolo, la del principal poeta de su tiempo.

01 enero 2006

Los heraldos negros


Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

Cesar Vallejo, Los heraldos negros, 1918

César Vallejo nació en Santiago de Chuco, en la cordillera andina al norte de Perú en 1893. Murió en París en 1938. Entre estos dos extremos culturales se desarrolló su vida. Medio indio, recordó siempre sus raíces y el paisaje idealizado de su infancia al que siempre volvía para buscar consuelo en el marasmo existencial que fue su vida. En 1923 se trasladó a París donde transcurrió el resto de su vida, con estancias en la España revolucionaria de su corazón y tres viajes a la Unión Soviética en su etapa nítidamente marxista.

César Vallejo era un ser excepcionalmente lleno de humanidad y a la vez de una extrema complejidad en su alma. El sentimiento de dolor atravesó su vida y lo vemos destilarse en la mayor parte de sus poemas. Publicó en vida dos libros de poemas: Los heraldos negros en 1919 y Trilce en 1922. Es César Vallejo creador de una nueva poética que rompe totalmente con el modernismo y abre nuevos caminos expresivos con un lenguaje muchas veces desarticulado y complejo en resonancias sentimentales y revolucionarias formas expresivas.

Los Heraldos negros, su primer libro está en la fase inicial de superación del modernismo, pero hallamos en él todavía resabios, entre otros, de los versos de Rubén Darío y el poeta uruguayo Julio Herrera y Reissig, muerto en 1909.

El poema que seleccionamos es el pórtico de Los heraldos negros, título suficientemente expresivo para reflejar que nos hallamos ante un hombre angustiado, inseguro y desarraigado. Este desarraigo formó parte de su vida íntima. El poeta, como Antonio Machado, se siente desorientado y perdido en la existencia, pero a diferencia del poeta sevillano recibió una educación católica sumamente represiva y hallamos en su léxico y expresiones, continuas referencias a Dios, a Cristo, odio de Dios, charco de culpa... El poeta estaba dominado por un profundo sentimiento de culpa de raíz religiosa. El dolor, por otra parte, es la experiencia primordial del poeta, un dolor inconcreto y dramático tamizado de profunda angustia ante la vida. Su incertidumbre se expresa en ese tan repetido Yo no sé que aparece dos veces en el poema. y que es característico de otros poemas.

Pero ese ser dolido y abatido ante los golpes de la vida (¿La muerte de su madre en 1918?) es representativo del ser humano en general abocado al dolor y a la muerte que tantas veces aparece como compañera inseparable de la vida. "o los heraldos negros que nos manda la Muerte"; "Y el hombre... Pobre... pobre!". La tristeza que emana el poema y toda su obra ha sido interpretada como expresión del indígena que llevaba dentro (la tristeza india), pero también se ha afirmado que los acontecimientos como la muerte de su madre y la estancia injusta en la cárcel donde empezó a elaborar Trilce también la justifican. Estamos, pues, ante una poesía de honda raíz existencial. Dámaso Alonso la llamará décadas después "poesía del desarraigo", pero que nos resulta extremadamente humana y cercana.

El poema está formado por alejandrinos (14 sílabas) entreverados por algún endecasílabo y algún dodecasílabo. Está compuesto por cuatro estrofas y la repetición del verso inicial, leitmotiv del poema. La rima es consonante en los pares. Todo ello recuerda todavía las formas del Modernismo, pero inicia un tono y forma netamente diferente y es innegable que el poema tiene una extraordinaria fuerza expresiva: "Esos golpes sangrientos son las crepitaciones/ de algún pan que en la puerta del horno se nos quema". Son igualmente densas las imágenes que revelan la idea de pozo, zanja, caídas hondas, ojos locos, charco de culpa, golpes sangrientos, blasfema, potros de bárbaros Atilas... Es la caída en simas de hondura y negrura de naturaleza terrible.

Nos sentimos próximos al poeta, cercanos a su dolor en el alma, sentimos su pesimismo y su desarraigo, su dolor por los golpes terribles de la vida. El dolor no puede estar expresado de una forma más plástica y efectiva. Pocas veces el abatimiento y la depresión han sido tan magníficamente expresadas.