09 julio 2006

Contra Jaime Gil de Biedma


De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar-es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma, Poemas póstumos, 1968


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Recitado por el propio autor

Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-Barcelona, 1990) fue considerado tras la publicación de Poemas postumos (1969) como la máxima figura de la poesía de la experiencia. ¿Qué quiere decir esto? ¿Acaso toda gran poesía no parte de la experiencia? Para entenderlo hemos de partir de los dos grandes temas de la poesía de Gil de Biedma: “el tiempo y yo”. Su poesía pugna por crearse una identidad para conjurar los efectos devastadores del paso del tiempo. En este sentido, la temporalidad está íntimamente ligada al análisis de la experiencia y que es revivida en el poema. Su poesía parte, pues, de la contemplación y el análisis de la vida en su discurrir temporal. No hay tema que más le obsesione, como a tantos poetas, como el paso del tiempo. De hecho, a partir de Poemas póstumos el poeta, ya totalmente desencantado y vencido por el tiempo y la vida, dejó de publicar con excepción de su nueva recopilación Las personas del verbo, Barcelona, 1975, y mantuvo un consecuente silencio hasta la publicación póstuma en 1991 de sus descarnadas memorias Retrato del artista en 1956 tal y como él había dejado indicado.

En este poema asistimos a un desdoblamiento o escisión de identidad del poeta mediante la técnica del monólogo dramático. El poeta se enfrenta a sí mismo con ironía distanciadora. El tono es conversacional o “interpersonal” lo que intensifica su sensación de viveza a la vez que ayuda a no tomar demasiado “en serio” el poema.

Imágenes heterodoxas del doble del poeta volviendo a casa borracho tras noches de desvarío: “Te acompañan las barras de los bares/ últimos de la noche, los chulos, las floristas,/ las calles muertas de la madrugada/ y los ascensores de luz amarilla”. Su experiencia es la de amante derrotado, la de noctámbulo empedernido que siente, que ve delante del espejo que está envejeciendo, y dice que a partir de los treinta años querer seguir siendo joven resulta patético. Se evidencia en el poema un cierto resentimiento con la vida que le lleva a este tono irritado dirigido contra sí mismo, pero sin dejar de buscar un tono objetivo en el discurso poético.

La poesía de Gil de Biedma está influida más por la inglesa de poetas como Auden, Pound y Elliot a partir de su estancia en Oxford en 1953. Mantuvo correspondencia con Luis Cernuda, otro poeta cuya poesía se caracteriza por su influencia inglesa. Sin embargo, será el conocimiento de los grandes poetas elegiacos latinos –Catulo y Propercio- , sobre todo a partir de Moralidades (1966) el que le llevará a esa poesía de carácter autobiográfico y subjetivo que conocemos. Coincide con Catulo en su reacción contra la falsa moral de la sociedad contemporánea, en el aprecio de la amistad, en el diálogo consigo mismo que vemos en este poema, y en la exaltación del amor y el erotismo. La influencia de Catulo fue, pues, decisiva. Le llevó a derivar de la poesía social de la primera etapa a la poesía de la experiencia. De Propercio tomará la idea del amor como servidumbre o esclavitud, que exponen al amante a la degradación por la sumisión absoluta a la persona amada.

El poema concluye con la idea de la servidumbre del amor que hemos citado y la constatación de la dificultad de amarse a uno mismo, la más terrible prueba en el centro de la identidad humana, compleja y contradictoria. Los lectores somos cómplices de sus confidencias íntimas y de su devenir vital.

02 julio 2006

Son las gaviotas


Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tu no escuchas, absorta.

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Ángel González, Áspero mundo, 1956.

Este poema pertenece también al libro reseñado en el último post. Quiero celebrar con él esa cifra canónica, perfecta y terrible que significa el cincuentenario, la cincuentena. El poema Son las gaviotas está situado en la sección del libro titulada Acariciado mundo, ese mundo de anhelo de amor, de perfección, de éxtasis vital, a pesar del proceso demoledor del tiempo y de la vida.

El poema recrea una intensa escena amorosa detenida en la imagen inquieta de un día de invierno: mar, agua gris, rocas, cielo sucio, viento, colinas de arena, charcas de sal... El día es áspero e inestable, pero arriba perfectas y exactas se recortan las figuras de esas gaviotas, luchando con el viento en un combate que resalta su fuerza y hermosura. Las gaviotas son el trasunto del amor, de la comunicación con la amada, la misma idea de altura y perfección.

El poema respira a través de versos cortos, octosílabos, que riman en asonante los pares en o-a. Los versos se encabalgan unos en otros reproduciendo la atmósfera tormentosa del día en que el poeta contempla a la amada a la que se dirige con un mar de fondo y un cielo encapotado en el que brillan lentas y altas las gaviotas.

El poema se compone de imágenes precisas que ayudan a situar la acción. Frases cortas de sintaxis clara sin hipérbatos o alteraciones del orden lógico de la oración. La claridad de la dicción contrasta con la opacidad del día que, no obstante, se nos muestra lleno de luz con la presencia de la amada y sus pies metidos en el agua. Una imagen estática en medio del contorno borroso de la playa agitada por el viento. La amada se dibuja contra la fuerza del mar y la forma de las colinas. El poema está lleno de luz, la de la amada, la del amor, la de las gaviotas en lo alto. El poeta en unos versos llenos de ternura da salida a sus sentimientos amorosos y nos los comunica a nosotros sus lectores que estamos presentes en el poema.

Acaba circularmente, igual que ha empezado, es el leitmotiv. Versos lentos y cadenciosos, sugerentes, llenos de magia expresiva.